Una canción infantil de Okinawa, Japón hace referencia a la costumbre de los niños de la isla de limpiarse las uñas con el bálsamo de las plantas del género Impatiens:
“Pinta tus uñas con las flores de balsamina. Pinta tu espíritu con las palabras de los consejos de tus padres. Numerables son las estrellas en el cielo brillando a medianoche. Innumerables son las enseñanzas de tus padres».
Cuando pienso en un hermoso paisaje decorado con flores de balsamina, se viene a la mente la Capilla de las Nubes de Olán, TIB Salitre, Buenos Aires, Puntarenas. No obstante, a pesar de su actual fama y belleza sin cuestionamientos, lo que deseo resaltar es la hermosa planta de vivaces colores que engalana dicha capilla, la humilde china, también llamada Balsamina, chinitos, chinos, gachupina, jasmincillo, o china wits (Impatiens sp., familia Balsaminaceae), nativa del Este de Asia, pero ampliamente naturalizada en los trópicos. Comprende 1269 especies descritas y de estas, solo 303 aceptadas.
Se dice que el nombre “Impatiens” proviene a raíz de que «explota» su cápsula de semillas cuando ésta madura. Son plantas herbáceas de tallo carnoso con hojas verdes y brillantes y flores de múltiples colores: rojas, rosadas, blancas, violetas y salmón.
Su arribo a Costa Rica, se dio sin bombos ni platillos. Poco a poco fue tomando un lugar en nuestra vegetación, en nuestros jardines y por qué no en nuestra historia. No recuerdo algún jardín de antaño, de nuestras abuelitas, de nuestras vecinas o edificios, que no estuvieran decorados por los colores intensos y llamativos de dicha planta. Iglesias, cementerios, escuelas, calles, en fin…
No requerían mayor cuidado y crecían en cualquier rincón o área húmeda. Recuerdo como de niño al encontrarlas nos dábamos a la tarea de recolectar sus cápsulas llenas de semillas y jugábamos a reventarlos tirándonoslos unos a otros. Una sana diversión sin duda, lo mismo hacíamos con las flores del vainillo (Tecoma stans) para reventárnoslos en la cabeza o con los “pitos” de los itabos (Yucca elephantipes) para hacer pajillas y así jugar con burbujas de jabón. ¡Ah tiempos aquellos!
De este último recuerdo los gritos de mi bisabuelo diciendo: “Confitero chiquillo deje de arrancarles los pitos a los itabos, mientras blandía su bastón amenazante”.
Nuestras abuelitas fueron tomándole cariño a la plantita, cuando se percataron que daban un especial colorido a sus jardines y, además, cuando se enteraron que sus flores eran comestibles y que sus hojas tenían propiedades curativas. Fueron objeto de juego desde sus frutos hasta sus flores, que las niñas utilizaban para decorar su cabello o para machacarlas para hacer tintes de juego.
Durante mucho tiempo se propagó muy ampliamente en áreas abiertas y llegó a invadir orillas y claros de bosques primarios, áreas ribereñas y hasta la observamos como epífita a varios metros de altura en árboles.
Curiosamente, en la última década o poco más ha ocurrido una reducción notable de poblaciones de esta especie, llegando a desaparecer en sitios donde durante décadas fue muy abundante. Hasta ahora se desconoce la causa, que podría ser el ataque de algún parásito o patógeno en el tallo, producto del cambio climático, entre otras causas.
𝙁𝙤𝙩𝙤𝙜𝙧𝙖𝙛í𝙖: 𝙀𝙟𝙚𝙢𝙥𝙡𝙖𝙧 𝙙𝙚 𝘽𝙖𝙡𝙨𝙖𝙢𝙞𝙣𝙖, 𝙘𝙝𝙞𝙣𝙖 𝙤 𝘽𝙚𝙡é𝙣 𝙖𝙛𝙧𝙞𝙘𝙖𝙣𝙖 (𝙄𝙢𝙥𝙖𝙩𝙞𝙚𝙣𝙨 𝙬𝙖𝙡𝙡𝙚𝙧𝙞𝙖𝙣𝙖) 𝙥𝙤𝙧 𝙑𝙞𝙣𝙞𝙘𝙞𝙪𝙨 𝙋. 𝙙𝙤𝙨 𝙎. 𝙁. 𝙚𝙣 𝙞𝙣𝙖𝙩𝙪𝙧𝙖𝙡𝙞𝙨𝙩, 𝙀𝙘𝙪𝙖𝙙𝙤𝙧.