El río Toro, nace en el parteaguas que conforma la cordillera volcánica Central, en área de la Zona Protectora Río Toro y discurre con rumbo noreste a su paso por la villa cabecera Bajos del Toro, el poblado Colonia del Toro, Río Cuarto, Río Cuarto; las cercanías del poblado Marsella, Venecia, San Carlos; la villa cabecera Pital, Pital, San Carlos y la villa cabecera Golfito, Cureña, Sarapiquí, antes de depositar sus aguas en el río Sarapiquí, cerca del centro poblado/localidad Boca del Toro, Cureña, Sarapiquí.
Además, existen dos poblados más que aducen a ese nombre y son Toro Amarillo de Guápiles y Brisas del Toro Amarillo de La Colonia -según DTE-, ambos del cantón Pococí. También existe el río Toro Amarillo, que se forma de la unión de la quebrada Ojo de Agua, la quebrada Gata, el río Peñas y el río Pilas, que nacen en el flanco norte del macizo del volcán Irazú – volcán Turrialba. Es a su vez tributario del río Chirripó -mal llamado río Chirripó Atlántico-. Es límite distrital y cantonal, entre Santa Rosa de Oreamuno, Capellades de Alvarado, Santa Cruz de Turrialba y los distritos Guápiles y Jiménez, ambos del cantón Pococí.
1. Una leyenda, que se remonta a la época precolombina. Se cuenta que en dicha área, pastaba un animal parecido a un toro, pero de color amarillento, cuernos vueltos hacia atrás, hocico puntiagudo, fuerte mugido y sus cascos dejaban una marca circular, distinta a la del ganado vacuno (la teoría de la existencia del bisonte en suelo costarricense). Ese animal bravío, provocaba temor entre esos primeros habitantes, quienes intentaron cazarlo, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta que no era peligroso. Sin embargo, encontraban una extraña relación entre aquella montaña y ese animal… Dicen, que en cierta ocasión, aquella montaña empezó a rugir, a bramar como bramaba aquel animal, y asustados, decidieron cazar a aquel animal y ofrecerlo a la montaña para calmar su enojo. Dicen que subieron a lo más alto de la montaña con mucha dificultad, y trayendo a rastras aquel extraño animal, que sus patas eran tan fuertes que abrían surcos con cada tirón que le daban, y en aquella noche de luna llena, donde se paseaba la neblina y arreciaba la lluvia, ofrecieron la vida de aquel toro al cráter del volcán, y como por arte de magia, se abrió paso un río por los surcos que el animal hizo, un río que cayó al cráter junto al toro, la montaña se calmó, dejó de vibrar y su cráter se convirtió en una laguna, justo en la caída del río, al final de aquella catarata y desde aquella vez, veían en la laguna de la catarata y en la catarata misma, una fuerza digna de admiración y respeto, y dicen que, en las noches de luna llena, cuando la luz de la luna se refleja en la laguna, su reflejo es semejante a un toro y el color del reflejo es del color del oro, un toro, un toro amarillo.
2. El tono amarillo, del río debido, muy probablemente al color que toman las piedras debido a la presencia de azufre proveniente del volcán Poás.
3. El Sr. Eduardo Bolaños, vecino de Zarcero, me cuenta una versión, que narraba su señora madre, en la cual al volcán Poás, debido a los sonidos que producía, se le llamaba también volcán Toro y que por efecto del azufre en los ríos, que daban una coloración amarilla, también se le llamó volcán Toro Amarillo.